En la tienda de muebles había una tele a la que no le gustaba su nombre. Todos los días se preguntaba por qué con la cantidad de nombres bonitos que había, tenía que llamarse Tele. Haciendo uso de sus derechos constitucionales, se cambió el nombre.
Decidió llamarse Lámpara. Pasó un comprador:
- ¿Cómo te llamas?
- Lámpara.
- Haz luz.
La tele se encendió y se apagó.
- No me sirves - dijo el comprador. Se fue.
Se volvió a cambiar el nombre. Decidió llamarse Cortina. Pasó otro comprador:
- ¿Cómo te llamas?
- Cortina.
- ¿De qué color eres?
La tele moslró sus mejores imágenes de colores.
- No me gustan las cortinas que cambian de color - dijo. Se fue.
Decidió llamarse Armario. Pasó otro comprador.
- ¿Cómo te llamas?
- Armario.
- Abre las puertas.
La tele no sabía abrir las puertas. En realidad no tenía ni puertas.
- No me gustan los armarios sin puertas - , y añadió el comprador enfadado - ¡Esto es inaceptable! Con lo bonita que estaría llamándoseTele y buscándose nombres raros...
La tele fue a hacer su última solicitud para cambiarse el nombre.
- Piénsatelo bien. Ya no podrás hacer más solicitudes.
- Puede anularlas todas - dijo la tele. - He decidido quedarme con mi nombre.
Pasó un comprador.
- ¿Cómo te llamas?
- Tele.
- Enciéndete.
La tele se encendió y mostró sus mejores imágenes de colores.
- ¡Qué tele más bonita! ¡Me la llevo!
La tele fue muy feliz con el comprador y su familia, muy orgullosa de su nombre que la definía como ser individual y diferente a todos los demás en el mundo.
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